Una mirada puede decir todo y no decir nada; aunque no decir nada también dice algo.
Hay miradas cálidas, de afecto, de ternura, de apoyo, de empatía y escucha, miradas de confianza, de ilusión, de alegría y miradas de amor; pero también hay miradas de indiferencia, de desprecio, de enfado, de ira… y miradas que ‘matan’.
En esto reflexionaba uno de esos días en que puedo disfrutar de las pequeñas cosas.
Una, es tomar un buen café en algún sitio agradable, al ‘solecito’, mientras disfruto de un libro, o garabateo cualquier papel. Ese día fue de garabateo y sin solecito por el confinamiento.
Empecé dibujando un ojo. Siempre dibujo uno, y si continuo con el resto del rostro, varios mechones de pelo colocados al ‘azar’ tapan el otro, porque me salen tan diferentes que el que menos me gusta siempre acaba cubierto. Esta vez me dije ¿quién tiene los ojos exactamente iguales? Y dibujé los dos, y ahí estaban formando una mirada. Por el momento que vivimos
continué haciéndole una mascarilla. Así quedó. Y mientras bebía mi café y miraba su mirada pensé cuántas veces hemos hablado de comunicación no verbal y su importancia, hasta el punto de que prevalece cuando entra en contradicción con las palabras. Esa comunicación en la que influye desde el tono, la intensidad o el timbre de la voz, a la postura corporal, cuanto más la expresión del rostro.
¿Y dónde quedan las expresiones en tiempos de mascarillas sin poder mostrar nuestras emociones al tener la mitad de nuestra cara oculta?
La mascarilla deja visible lo más importante: los ojos.
El Dr J. Perea (2018) citando al fisiólogo J. Bernstein (1883) escribe “Los movimientos de los ojos no sirven solamente para dirigir las imágenes del mundo exterior sobre puntos determinados de la retina, dan también expresión y vida a nuestra fisonomía. Los ojos son quienes, principalmente, expresan el estado de nuestros sentimientos y pensamientos, y esta expresión es debida, sobre todo, a la posición y a los movimientos del globo ocular, a los cuales se añaden los movimientos musculares de la cara, de los párpados y los cambios de acomodación de los ojos (…).”
Quizás con la mascarilla os hayáis dado cuenta de la importancia de la expresión del rostro. Al ser consciente de no poder mostrarla por completo yo dudo si estaré trasmitiendo bien a la otra persona que la escucho; entonces me centro en expresarlo más intensamente con la parte visible de mi cara.
Pensando que antes de los tiempos de mascarillas todo esto era mucho más fácil, me pregunto ¿cuántas veces estando sin mascarilla, las prisas o la rutina nos han hecho olvidar este detalle tan pequeño y a la vez tan grande de mirar a las personas a los ojos? Mirar para reconocernos y sonreír, para escuchar, para comprender, para apoyar o también para expresar
asertivamente que no estamos de acuerdo con algo.
Desde la PNL, que se centra en cómo los sentidos captan información del entorno y el cerebro la procesa interpretándonos la realidad, los movimientos oculares cobran especial importancia y a quien escucha le ofrecen información no verbal complementaria sobre lo que se dice: Si responde recordando mirará hacia la izquierda, si construye será a la derecha, hacia
arriba si recuerda en imágenes o hacia la zona media si el recuerdo es fundamentalmente auditivo; si es hacia abajo a la izquierda se relacionará con su diálogo interno, mientras que a la derecha será con sensaciones y emociones. Cada respuesta combinará varios movimientos oculares que serán más o menos sutiles según la persona.
Dice G.A. Becquer “El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada”.
Y es que la mascarilla me ha recordado en estos tiempos de incertidumbre, inseguridad, preocupaciones y miedos, la importancia de recuperar nuestras miradas, entrenarlas y acompañarlas de los movimientos de los párpados y otros músculos faciales para enriquecer nuestras expresiones.
Ahora más que nunca es tiempo de mirar a los ojos y reflexionar cómo miramos a nuestros seres queridos, a nuestros compañeros, los líderes a sus equipos y los profesionales a nuestros pacientes y nuestros clientes. Como miremos otros ojos así ellos mirarán a los nuestros, porque las miradas, al igual que las emociones también se contagian.
Preguntémonos ¿qué tipo de miradas quiero recibir? y miremos en consecuencia.
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